El Frenético baile de las redes sociales

El Frenético baile de las redes sociales

Recuerdo que cuando estaba en el colegio, tal vez en quinto de primaria, la clase de arte giró en torno al tema de la máscara, y nos centramos en las culturas mesoamericanas. Como proyecto final hice una máscara del Quetzalcóatl, la serpiente emplumada. A modo de antifaz, una serpiente en bajorrelieve se retorcía apeñuscada entre el espacio hasta mi frente, y terminaba con la bocha abierta, como si estuviera apunto de morderme el ojo. De lejos parecía una especie de cerebro a plena vista, pero de cerca sus enredadas formas se aclaraban. Yo estaba muy orgullosa de mi creación. El caso es que el proyecto de las máscaras gustó a no sé quién y, tras una selección previa, fuimos invitadas a exponer y presentar las máscaras en no sé donde. Yo estaba feliz de exponer “mi obra”. Cuando la profesora nos reunió para contarnos cómo iba a ser el evento, no estaba preparada para sentir la fuga de esa cálida sensación de orgullo propio. Sus palabras abrieron un pequeño hueco por el que se escapó la alegría. Todavía recuerdo la sensación de pánico y angustia que sentí al salir con la máscara puesta a representar un baile que nada tenía que ver conmigo en frente de un montón de desconocidos que probablemente no querían estar ahí, usando una trusa negra que, en vez de “uniformar” los cuerpos o hacerlos invisibles -como se buscaba- terminaba revelando más de lo que mi inseguro yo preadolescente hubiera deseado.

Mujer bailando sobre su eje

La verdad es que siempre me siento un poco así cuando muestro mis cosas. En el frenético baile de las redes sociales, me escondo detrás de máscaras, esperando que quien mire tenga la paciencia o interés de acercarse un poco más a ver sus detalles, y pasar yo por debajo sin ser vista. Esta vez, sin embargo, soy yo la que elige los pasos.  Al fin y al cabo, esto es solo la vitrina, un escaparate.  Lo más importante sucede adentro.

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