Cuando era niña me maravillaba al encontrar en la playa caracoles y corales. Su textura porosa o el brillo nacarado me sorprendía.
Casi no hay ya tesoros en las playas.
Pero todos sabemos que no fueron los niños que recogían caracoles en la arena los que dejaron al mar sin alimento.
Todavía busco entusiasmada los tesoros, pero ahora, cuando encuentro los vestigios de lo que alguna vez fue vida, lo devuelvo entre sus olas, para que el mar nunca olvide las precisas formas de su creación.
Para poder quedarme con ellos me convierto entonces en corriente marina y muevo cada grano hasta su lugar preciso.
Me convierto en dueña de ese tesoro al reproducirlo, solo para escupirlo al mundo y esperar que alguien lo encuentre entre la arena.
–Fungia fungites, Pocillopora, Gorgonia, Linkia y Lobatus gigas-